LA IZQUIERDA ENJAULADA
Andrés Perelló, eurodiputado, miembro de IS-PSOE
Caído el muro de Berlín y descubierto el gran vacío que se abría en los países de la órbita soviética, la izquierda democrática mostró su alegría comprobando que no estaba equivocada al defender que la igualdad sin libertad era una ficción.
Pero la derecha, más que alegría, mostró su disposición a apedrear con los cascotes del muro a todo lo que, a su juicio, pudiera tener alguna proximidad con lo que había detrás de él y, por supuesto, el socialismo democrático para ellos no era más que una vertiente del comunismo con el que alguna vez tuvo que pactar frente a los temores cercanos de detrás del muro. La izquierda europea se manifestó sorprendida porque seguramente siempre sobrevaloró el talante democrático de las derechas europeas. Quizá fue un error que luego afectó a su estrategia política.
Posteriormente cayó otro muro, el de Wall Street. Y aquí, menos aún la izquierda pudo prever que la actitud de la derecha seria la misma, correr a pedradas a la izquierda con sus cascotes. Como si los culpables del fracaso del capitalismo especulador fueran los socialistas, en vez de los cachorros de las familias más elitistas de las derechas mundiales instalados en los consejos de administración de los grandes bancos y corporaciones financieras, ávidos de riqueza rápida y carentes de cualquier escrúpulo a la hora de alcanzarla en el menor tiempo posible.
Poderes mediáticos, agencias de calificación, partidos de la derecha, en perfecta sintonía, no siempre bien disimulada, han logrado ir haciendo retroceder a la izquierda socialdemócrata hasta meterla en una jaula.
El último empujón lo intentan ahora con Grecia, Portugal y España. Que no quede ni uno en el poder, es la consigna. A ello han colaborado los inventos de las terceras vías, los discursos de imitación del neoliberalismo, las escasas ganas de combatir, y la funcionarización de la política a la que nos han conducido algunos líderes socialdemócratas europeos, alejándonos de nuestros aliados naturales en la sociedad que, desencantados, han ido desertando del apoyo electoral al proyecto socialista a millones.
Creer que imitando a la derecha en nuestros comportamientos internos y en algunas de nuestras políticas: supresión de impuestos de patrimonio, condescendencia con jerarquías eclesiásticas, empresariales y financieras... por citar algunas, iba a darnos los mismos rendimientos que a los partidos conservadores era, más que un error notable, una negligencia política propia de novatos de los que se creen que todo el monte es orégano en política, o de los que consideran que un cargo público es lo mismo que una plaza de funcionario.
Cuando un gobierno de izquierdas, por la razón que sea, ha de aplicar políticas neoliberales, y decir que son en esta coyuntura “las únicas posibles” lleva a los progresistas a pensar que si eso es verdad, lo mejor es que esas políticas las hagan lo neoliberales, y que cuando sean posible políticas progresistas, ya votarán a la izquierda. Ya no vale pedir el voto para “ocupar el poder” porque se es socialista, si se ha de hacer lo mismo que haría un partido de derechas decente. Hay que apuntar maneras, antes y durante el periodo de gobierno. En la era de la comunicación, las redes sociales, y la transparencia, ya no se puede tener modelos de partidos contradictorios con lo que se quiere para la sociedad. Sí importa y mucho, por ejemplo, cómo funciona la democracia interna en un partido, a la hora de considerar como trabajará la externa, qué valor tiene la participación de sus militantes, y tantas cosas que deben ser ejemplo para la sociedad.
Eso está en el sustrato de las demandas que amplios sectores sociales, sobre todo jóvenes, plantean en calles y plazas, evidenciando que no ven con claridad que con su actual funcionamiento los partidos políticos puedan serles útiles, sobre todo los de izquierdas, que a los que piden más, y en los que es evidente que no hay un debate profundo desde las bases desde hace muchos años, y que las tomas de decisión en asuntos vitales se concentran en muy pocas manos. La cosa en asambleas y congresos no pasa mucho más allá de seleccionar liderazgos, unas veces con más fortuna que otras. Las élites dirigentes y los equipos de asesores y mercadotecnia se encargan del resto.
No hay salida posible de la jaula si quienes han de abrir la puerta son los que están fuera mirándonos desde calles y plazas, y no ven que el rearme ideológico va en serio, que existe el compromiso de encontrar otras políticas posibles y alternativas a las dictadas por los mercados y las derechas europeas, apalancadas en unas instituciones que utilizan de manera diestra para la consecución de sus fines como nunca lo hizo la izquierda socialdemócrata. Habrá que dar muchas evidencias de cambio y compromiso, para que quienes tienen que abrir la jaula desde fuera con su complicidad electoral lo hagan antes que sea demasiado tarde.
Democracia participativa, profunda reforma de la Ley Electoral, Tasa Financiera, dación de la vivienda en pago, no a un pacto del euro carente de compromiso social, reparto del trabajo, impuestos al patrimonio y al capital especulativo, transparencia institucional, refuerzo de las libertades religiosa, de expresión, circulación; defensa de los servicios públicos esenciales: sanidad ,educación y servicios sociales; renta básica de ciudadanía, políticas efectivas de igualdad, incremento de becas y medidas de fomento del empleo juvenil, revisión de la política nuclear, lucha contra el cambio climático....y muchas más, han de volver a ser compromisos claros, definidos y defendidos, por todos los partidos socialistas y socialdemócratas europeos, desde la oposición y desde el gobierno. Hay otras políticas posibles, costosas, sí, que solo son posibles con apoyos mayoritarios claros, también. Pero no se puede esperar que sea la sociedad, los electores los que den el primer paso para que se pueda recuperar la confianza en la política y el crédito en los políticos. Ellos lo están dando para exigir esos cambios.
Corresponde a quienes hemos decidido ser vanguardia, por militar en partidos políticos darlo; más aún si administramos cargos públicos por propia voluntad. Nadie nos obliga a ser diputados. Si nos vemos incapaces de sostener esa lucha democrática hasta llegarnos a convertir en ujieres de la política al servicio de los mercados es mejor que lo dejemos. De lo contrario nadie abrirá la puerta de la jaula desde fuera para que la izquierda salga, ocupe el poder y se preocupe desde él de transformar lo que queda pendiente y las regresiones, ya demasiadas, a las que la derechas económica, financiera, mediática y política nos han llevado. Es un gran debate, es un gran reto. Quien no esté dispuesto a darlo haría bien en dar un paso atrás o cambiar de acera. En la de la derecha encontrará triunfos y éxito. Una vida más fácil. Tan solo es cuestión de aletargar la conciencia para poderlo resistir. Algunos preferimos dedicar ese esfuerzo a salir de la jaula.
Leer LA IZQUIERDA ENJAULADA en ISCHADIA PROGRESISTA
Caído el muro de Berlín y descubierto el gran vacío que se abría en los países de la órbita soviética, la izquierda democrática mostró su alegría comprobando que no estaba equivocada al defender que la igualdad sin libertad era una ficción.
Pero la derecha, más que alegría, mostró su disposición a apedrear con los cascotes del muro a todo lo que, a su juicio, pudiera tener alguna proximidad con lo que había detrás de él y, por supuesto, el socialismo democrático para ellos no era más que una vertiente del comunismo con el que alguna vez tuvo que pactar frente a los temores cercanos de detrás del muro. La izquierda europea se manifestó sorprendida porque seguramente siempre sobrevaloró el talante democrático de las derechas europeas. Quizá fue un error que luego afectó a su estrategia política.
Posteriormente cayó otro muro, el de Wall Street. Y aquí, menos aún la izquierda pudo prever que la actitud de la derecha seria la misma, correr a pedradas a la izquierda con sus cascotes. Como si los culpables del fracaso del capitalismo especulador fueran los socialistas, en vez de los cachorros de las familias más elitistas de las derechas mundiales instalados en los consejos de administración de los grandes bancos y corporaciones financieras, ávidos de riqueza rápida y carentes de cualquier escrúpulo a la hora de alcanzarla en el menor tiempo posible.
Poderes mediáticos, agencias de calificación, partidos de la derecha, en perfecta sintonía, no siempre bien disimulada, han logrado ir haciendo retroceder a la izquierda socialdemócrata hasta meterla en una jaula.
El último empujón lo intentan ahora con Grecia, Portugal y España. Que no quede ni uno en el poder, es la consigna. A ello han colaborado los inventos de las terceras vías, los discursos de imitación del neoliberalismo, las escasas ganas de combatir, y la funcionarización de la política a la que nos han conducido algunos líderes socialdemócratas europeos, alejándonos de nuestros aliados naturales en la sociedad que, desencantados, han ido desertando del apoyo electoral al proyecto socialista a millones.
Creer que imitando a la derecha en nuestros comportamientos internos y en algunas de nuestras políticas: supresión de impuestos de patrimonio, condescendencia con jerarquías eclesiásticas, empresariales y financieras... por citar algunas, iba a darnos los mismos rendimientos que a los partidos conservadores era, más que un error notable, una negligencia política propia de novatos de los que se creen que todo el monte es orégano en política, o de los que consideran que un cargo público es lo mismo que una plaza de funcionario.
Cuando un gobierno de izquierdas, por la razón que sea, ha de aplicar políticas neoliberales, y decir que son en esta coyuntura “las únicas posibles” lleva a los progresistas a pensar que si eso es verdad, lo mejor es que esas políticas las hagan lo neoliberales, y que cuando sean posible políticas progresistas, ya votarán a la izquierda. Ya no vale pedir el voto para “ocupar el poder” porque se es socialista, si se ha de hacer lo mismo que haría un partido de derechas decente. Hay que apuntar maneras, antes y durante el periodo de gobierno. En la era de la comunicación, las redes sociales, y la transparencia, ya no se puede tener modelos de partidos contradictorios con lo que se quiere para la sociedad. Sí importa y mucho, por ejemplo, cómo funciona la democracia interna en un partido, a la hora de considerar como trabajará la externa, qué valor tiene la participación de sus militantes, y tantas cosas que deben ser ejemplo para la sociedad.
Eso está en el sustrato de las demandas que amplios sectores sociales, sobre todo jóvenes, plantean en calles y plazas, evidenciando que no ven con claridad que con su actual funcionamiento los partidos políticos puedan serles útiles, sobre todo los de izquierdas, que a los que piden más, y en los que es evidente que no hay un debate profundo desde las bases desde hace muchos años, y que las tomas de decisión en asuntos vitales se concentran en muy pocas manos. La cosa en asambleas y congresos no pasa mucho más allá de seleccionar liderazgos, unas veces con más fortuna que otras. Las élites dirigentes y los equipos de asesores y mercadotecnia se encargan del resto.
No hay salida posible de la jaula si quienes han de abrir la puerta son los que están fuera mirándonos desde calles y plazas, y no ven que el rearme ideológico va en serio, que existe el compromiso de encontrar otras políticas posibles y alternativas a las dictadas por los mercados y las derechas europeas, apalancadas en unas instituciones que utilizan de manera diestra para la consecución de sus fines como nunca lo hizo la izquierda socialdemócrata. Habrá que dar muchas evidencias de cambio y compromiso, para que quienes tienen que abrir la jaula desde fuera con su complicidad electoral lo hagan antes que sea demasiado tarde.
Democracia participativa, profunda reforma de la Ley Electoral, Tasa Financiera, dación de la vivienda en pago, no a un pacto del euro carente de compromiso social, reparto del trabajo, impuestos al patrimonio y al capital especulativo, transparencia institucional, refuerzo de las libertades religiosa, de expresión, circulación; defensa de los servicios públicos esenciales: sanidad ,educación y servicios sociales; renta básica de ciudadanía, políticas efectivas de igualdad, incremento de becas y medidas de fomento del empleo juvenil, revisión de la política nuclear, lucha contra el cambio climático....y muchas más, han de volver a ser compromisos claros, definidos y defendidos, por todos los partidos socialistas y socialdemócratas europeos, desde la oposición y desde el gobierno. Hay otras políticas posibles, costosas, sí, que solo son posibles con apoyos mayoritarios claros, también. Pero no se puede esperar que sea la sociedad, los electores los que den el primer paso para que se pueda recuperar la confianza en la política y el crédito en los políticos. Ellos lo están dando para exigir esos cambios.
Corresponde a quienes hemos decidido ser vanguardia, por militar en partidos políticos darlo; más aún si administramos cargos públicos por propia voluntad. Nadie nos obliga a ser diputados. Si nos vemos incapaces de sostener esa lucha democrática hasta llegarnos a convertir en ujieres de la política al servicio de los mercados es mejor que lo dejemos. De lo contrario nadie abrirá la puerta de la jaula desde fuera para que la izquierda salga, ocupe el poder y se preocupe desde él de transformar lo que queda pendiente y las regresiones, ya demasiadas, a las que la derechas económica, financiera, mediática y política nos han llevado. Es un gran debate, es un gran reto. Quien no esté dispuesto a darlo haría bien en dar un paso atrás o cambiar de acera. En la de la derecha encontrará triunfos y éxito. Una vida más fácil. Tan solo es cuestión de aletargar la conciencia para poderlo resistir. Algunos preferimos dedicar ese esfuerzo a salir de la jaula.
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